Destierro de dioses héroes y monstruos

Un viejo lema enseña que nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos. Pero también es cierto que el intelecto combina a capricho los materiales que recoge del pozo tumultuoso de donde los recibe. Ese pozo se abisma no solo en el ignoramus, también en la mirada que busca compasión. Los relatos se construyen en común, al menos su parte no expresada, aquella hecha de bordes afilados bajo la luz que aparta unos días de otros. De ahí han surgido los dioses sin que nadie parezca haberlos invocado. De ahí los héroes y los monstruos, enemigos y amantes como lo son el coraje y el pánico, la vida y la muerte. Y en su centro de masas, el sacrificio.

La materia de estos seres no es el vacío sutil al que fueron proyectados. Surgen de la piedra rugosa y la mirada que reconoce en todas las formas, por ajenas que estas sean, los nombres de las sagas más antiguas. Cuando se quiso pensar en ellas, y en el propio lenguaje que las expresaba, los cauces por los que fluían eran ya tan firmes y profundos como si el viento y el agua, desde muchos antes que cualquier pensamiento, los hubiese tallado.

Pero todo río se agosta en algún momento. Y si no, sus aguas son aplacadas por los diques sedientos de una tierra conquistada. Lo que fluía libre como si nadie lo hubiese llamado, carente de origen y capaz de saciar todo misterio, cae enjaulado para el goce de los sacerdotes primero, de los mercaderes después. La roca es sustituida por el papel, materia muerta sobre la que se pintan las caricaturas de una guerra lejana.

Los antiguos dioses, los héroes y los monstruos que los encumbraron no permanecen ya sino como fantoches brillantes manejados por titiriteros expertos, productos de una imaginación que ya no es de nadie, sino de los planificadores del éxtasis. Todo lo que dicen de ellos es falso, los muestra con los colores del reclamo, con la fatuidad de los imperios que los agitan.

El proyecto que aquí se presenta busca devolver a estos personajes a su verdad. Su contexto real, actualizado aquí, es el de la sombra y la deformidad, la confusión, el olvido y la desesperanza. Estos dibujos no señalan ni definen, sugieren en las manchas, las texturas y los trazos, las formas de algo que fue y carece ya de nombre, que aparece mezclado con los pedazos de otros seres. Dioses, héroes y monstruos no se distinguen ya unos de otros, son la imaginación arcaica hoy desterrada que aquí asoma para recordarnos lo que fuimos, y en parte aún somos.

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