El mundo continúa más allá de las palabras,
pero también las palabras más allá del mundo,
hacia el entrechocar del abismo del sinsentido
¿Acaso podemos rasgar su tela de araña
y volar como el ave rapaz cuya mirada
penetra la distancia?
Quien así lo hace, ¿calla, escucha, sabe?
Quizás no hayamos oído nunca
el verdadero rumor del arroyo
ni el silbo danzante de un sol llegado
a su límite.
Quizás no conozcamos el silencio,
sino que lo suplimos como ahogados
teatrales que aguantan la respiración
para dejarse penetrar por el estruendo.
El siniestro privilegio de la imaginación
es suplir lo devastado. Anhelar, a cada bocado,
lo ya digerido.
No saber callar
ni en un millón de palabras
decir nada.
Cuando todo queda dicho en un suspiro,
escuchar el silencio es la contradicción
de quienes paladean lo inefable
Antología del desperdicio, Laura Urbieta, p. 36