Qué pequeña es toda la inmensidad de la infancia
cuando huele en el pecho a campos primeros
a hierba mojada
flores saladas
trenzas de barro
pan de manos…
Ninguna metáfora puede decirte.
Como manchas alegres
corremos tras la sombra del sol.
¿Qué palabra podrá decir está alegría?
Ahora siento lágrimas.
Podemos leer descalzos, los pies apoyados
en el agua del viento.
Leemos la vieja épica dibujada en las piedras.
Mientras, cantan a lo lejos los hombres en el campo
y su canto es simiente andada
que se esparce.
Los caminos fueron trazados en medio del alimento,
en medio del lecho,
en medio del hogar,
y los hogares en la misma tierra
a la que se vuelve.
Canto del ausente, p. 56