Hay tantos que desearían callar,
pero viven siempre preguntados
por cada cosa, por una voz
que no está en ellos ni afuera,
y no pueden evitar responder
en un idioma que no entienden
a palabras que no entienden.
Si cierran la ventana, el aire
se vuelve irrespirable.
Si la dejan abierta, entran
los murmullos y los jadeos
hasta arrebatarles el sosiego.
En todas partes su silencio
es una capitulación que sienten
como vergonzosa.
En todas partes su voz se ahoga
en el arrullo indefinido de las calles,
pero eso los consuela
como si estando allá, en el aire
expresado que se funde en la lejanía,
dejarán de estar acá,
en su pesado ayuno cotidiano.
Hipótesis, p. 40