No hay ningún material que defina nuestra era. La piedra y el hierro se usan masivamente a una escala jamás imaginada, lo mismo sucede con la arena, el resto de los metales, las pieles, la madera, etc. Y hemos incorporado, como novedad, el plástico y todos los derivados del petróleo. Esto último ha hecho pensar a algunos en la nuestra como la «edad del plástico», pero esta denominación no sigue la lógica de los historiadores cuando clasificaron las eras en piedra, bronce y hierro. Cada una era sustitución de la anterior. La nuestra lo optimiza todo, es la edad de todos los materiales. La edad de ninguno. La lógica que incorpora es muy distinta. En el límite de lo superado, la globalización salta hacia la ocultación. Todo es fasto, todo es presencia, todo es visible. Nada lo es. La nuestra es la «edad del envoltorio».