Los campos de la poesía
son de árida exuberancia.
En ese destierro, bajo el sol absoluto,
caminamos los ciegos a la sombra
nítida del verbo.
Y de esa sombra opaca, trascendente,
surgen todas las imágenes
más allá del símbolo
más allá de la forma
más allá del color,
de las vestiduras y las máscaras.
Caminamos solitarios
por el sendero virginal
que se fecunda en los pasos.
Flores en campos minados, p. 13